08 Oct El increíble poder que tiene nuestro cerebro de estirar (y encoger) el tiempo
¿Alguna vez te has sorprendido preguntándote cómo pasó tan rápido el último año de tu vida? El neurocientífico David Eagleman arroja algo de luz sobre el poder que tiene tu cerebro para manipular el tiempo.
Se acabó otro año… ¿te parece que fue ayer que estabas celebrando la llegada de 2019? ¿Se te pasó volando?
Aunque recuerda que no siempre fue así: en la infancia, los meses que se interponían entre las vacaciones parecían años.
Al neurocientífico David Eagleman esa manera en la que percibimos el paso del tiempo siempre le intrigó, y por eso se dedicó a estudiar los asombrosos poderes de nuestros cerebros, como le contó a BBC Ideas.
Tenía unos 8 años y me fui a escalar una casa que estaba en construcción en nuestro vecindario.
Me acerqué al borde y me caí, y la caída pareció tomar mucho tiempo.
Recuerdo que veía como el suelo de ladrillo rojo se iba acercando. Una vez que toqué el suelo quedé inconsciente… pero también intrigado.
Desde entonces me interesé por la forma como percibimos el tiempo.
Cuando crecí y me convertí en neurocientífico, me di cuenta de que todos venimos al mundo con la idea de que el tiempo es solo un río que fluye hacia adelante en una dirección a una velocidad fija.
Pero sabemos que eso puede ser diferente en tu cabeza y en mi cabeza, porque, de alguna manera, el tiempo es una construcción psicológica.
En otras palabras, tu cerebro está encerrado en silencio y oscuridad dentro de la bóveda de tu cráneo y su trabajo es descubrir qué está sucediendo afuera, pero para hacerlo, tiene que valerse de muchos trucos de edición.
Tu visión y tu proceso auditivo emiten señales a diferentes velocidades y, sin embargo, cuando ves y escuchas algo como un globo estallar o alguien aplaudiendo, te parece que la vista y el sonido están sincronizados.
Eso es porque el cerebro tiene que recopilar toda la información antes de armar una historia final y entregársela a tu percepción consciente.
Es como si se tomara un momento para chequear si otras señales se aproximan, y eso significa que todos vivimos un poco en el pasado.
Lo que creemos que está sucediendo en este momento ocurrió hace un ratito, probablemente hace aproximadamente medio segundo.
Si estuvieras en mi laboratorio y te muestro una fotografía durante medio segundo en la pantalla y luego te muestro esa misma fotografía nuevamente durante medio segundo y luego una y otra y otra vez…
…y de repente te muestro una fotografía diferente por la misma cantidad de tiempo, te parecerá que la nueva fotografía permanece en la pantalla durante mucho más tiempo.
Eso esencialmente sucede porque cuando el cerebro ve algo nuevo, tiene que usar más energía para representarlo porque no se lo esperaba.
Ahora, la sensación de que las cosas van en cámara lenta es un truco de memoria.
En otras palabras, cuando te encuentras en una situación de emergencia, una parte del cerebro llamada amígdala se activa.
La amígdala es tu centro de control de emergencias: almacena recuerdos en un espacio de memoria distinta a la cotidiana.
En esos casos, los recuerdos son muy densos pues estás en estado de alerta así que tomas nota de todo lo que está pasando a tu alrededor.
Y cuando el cerebro lee la información que acumulas del episodio, hay tanta que su única conclusión es que el suceso debe haber tomado mucho tiempo.
Curiosamente, eso también explica por qué a medida que envejecemos nos parece que el tiempo se acelera.
Cuando eres un niño, todo es nuevo para ti. Estás descubriendo las reglas del mundo, estás escribiendo mucha memoria y, por lo tanto, cuando miras hacia atrás al final de un año, tienes muchos recuerdos de lo que has aprendido.
Pero cuando eres mayor y miras hacia atrás al final del año, probablemente te la pasaste haciendo aproximadamente las mismas cosas que has estado haciendo durante X cantidad de años anteriores. Por eso nos parece que el año pasó en un instante.
Para sentir que has vivido más tiempo lo que tienes que hacer es buscar novedades.
Puedes comenzar con algo simple como ponerte el reloj de pulsera en la otra muñeca o cepillarte los dientes con la otra mano.
Algo así de simple obliga a tu cerebro activarse pues no puede predecir exactamente lo que va a suceder, de manera que tiene que participar.
Verás que cada noche, cuando te acuestes, tendrás mucho más que recordar y dejara de parecerte que la vida se va en un suspiro.
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